Navidades distintas, ¿por qué me visitas?
Para una persona con migraña crónica la navidad no siempre se asocia a algo bucólico, alegre y maravilloso.
Sino todo lo contrario, muchas veces se asocia a dolor, tristeza y pánico.
Llegamos al periodo vacacional sobrecargados, como muchos, pero nuestra migraña no perdona. Ese estrés adicional nos afecta. Nuestro cerebro no es muy amigo de los cambios, y si le sumamos las fiestas, las comidas, las luces… el resultado es casi seguro Migraña.
Seguimos todas las recomendaciones que nos dan, cocinar con anticipación, prever, ir de compras con anterioridad para poder hacerlo con calma y sin estrés o mejor aún sin aglomeraciones, intentamos hacer compras online, mantener la calma, no beber alcohol,… Pero nada, ella cuando quiere aparece. No respeta ni las fiestas ni las reuniones familiares.
Nuestras reuniones suelen ser ruidosas, con risas, con música y televisión, y estos factores agravan nuestra dolencia.
Pero pese a todo esto estas navidades han sido diferentes. Menos gente, o casi ninguna, sin salidas a centros comerciales, sin prisas, … entonces, ¿qué ha hecho que la migraña nos visitara casi por igual?
Esto me demuestra que nuestro querido cerebro migrañoso no sólo responde a determinados desencadenantes algunas ocasiones, sino que decide que el ataque vendrá y vendrá.
Como siempre veo el vaso medio lleno, no me desespero por ello, sino que aprendo. Aprendo que no puedo limitar mi vida por culpa de la migraña. Puedo intentar controlar los desencadenantes, pero salvo que ese desencadenante sea causante de la migraña en todas las ocasiones, no dejaré de vivir con el por el miedo a sufrir una migraña.
Durante mucho tiempo he temido las luces parpadeantes de los centros comerciales, junto a los olores de las tiendas y la música repetitiva de las tiendas… pero he comprobado que no siempre han sido la causa del ataque. Muchas veces sí, pero no siempre. Por lo que no me voy a limitar.
Mi migraña me quita mucho. Me ha robado muchas horas con los míos, muchas navidades felices, muchas comidas y cenas. Pero cada día intento que lo haga menos. No tengo la llave la mágica, y se que mi amiga lo seguirá haciendo. Estas navidades no han sido diferentes, y ella se ha presentado igual pese a reducir el estrés, las comidas, las salidas…
Seguiré intentando vivir la vida al máximo, sin ceder a la migraña. He aprendido algunas cosas en el camino. He aprendido a descansar previamente, he aprendido a no querer hacerlo todo, he aprendido a escuchar mi cuerpo, pero sobre todo he aprendido a no tener miedo.
No le tengo miedo. Cuando viene la acepto rápido, no lucho contra ella. Siempre se ha dicho eso de “si no puedes con tu enemigo, únete a el” pues esta máxima me la aplico al máximo. En cuanto noto su presencia, o incluso cuando empiezo a verla llegar, intento desaparecer, intento empezar con la medicación y descansar. No siempre puedo, pero sí que puedo levantar la mano, parar, y no querer ser la luchadora ni salir vencedora. Asumo. Es la forma de poder volver cuanto antes.
Y estas Navidades atípicas han sido así. Luchando a mi manera, asumiendo.
Y entendiendo que no sólo los desencadenantes me provocarán el dolor, sino que el dolor otras veces aparecerá sin motivo aparente.
Así que mientras vivamos, disfrutemos, incluso con migraña crónica aprendo a disfrutar.
Aprende poco a poco a hacer lo mismo, es difícil, pero día a día lo conseguimos.
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